martes, 10 de enero de 2012

Autofotorretrato

Para hacer un autorretrato muchos artistas recurren a lo abstracto, a una caricatura, o a resaltar lo que ellos consideran mejor de sí mismos. Al plantearme este trabajo me puse a pensar cuál era la visión que quería que tuviese la gente sobre mí... y es cierto que no se me ocurría nada concreto porque me gustaría enseñar muchas facetas mías en un solo autorretrato. Más tarde me di cuenta de que precisamente esa variedad de ideas e indeterminación era lo que me caracteriza y lo que caracterizaría mi autofotorretrato: me propuse plasmar en un solo objeto, con coherencia y unidad, los siguientes aspectos:

- Diferentes gestos de mi propia cara.

- Algún aspecto infantil: nunca hay que perder el niño que llevamos dentro.

- Algunas de mis aficiones: el cine de terror, la música, la lectura y el deporte.

- Trabajar con materiales como madera y papel (se me dan mejor que otro tipo de materiales)

Así que se me ocurrió hacer un autofotorretrato en forma de puzle de cubos, como los que casi todos hemos tenido en nuestra infancia.

Lo primero que hice fue hacerme fotos, lo cual es algo difícil porque mi cara tenía que estar en el mismo sitio exacto entre una foto y otra para que después coincidieran al editarlas. También me puse algún complemento, como las gafas de sol para aportar mayor variedad a la gama de fotografías.

El siguiente paso fue construir los recortables de los cubos en los que después pegaría cada fragmento de mi cara. Para ello usé cartulina:


Más tarde, tras imprimir y recortar las fotos, las pegué en los cubos ya montados. Dedicir jugar con los ojos y la boca, que son las partes más expresivas de la cara:


El tercer paso es buscar una caja donde encajen, para lo que usé una de madera con las medidas apropiadas. Con una sierra tuve que hacer algunos recortes:


Llegado a este momento, el aspecto del autofotorretrato me pareció algo soso, por lo que la siguiente labor era adornarlo: primero pegué un marco con las partes de mi cara que iban a permanecer inmóviles, y más tarde fui pegando recortes de lo que me gusta (prensa, carteles de películas de terror, entradas de conciertos, etc.). Este es el resultado final:



viernes, 6 de enero de 2012

Objeto creativo: Epidemia

Al comenzar con el reto del objeto creativo, uno se plantea una serie de cuestiones: ¿Qué es creativo y que no? ¿Tiene que ser original, útil, bonito? ¿Cómo voy yo a diseñar y a crear un objeto con las limitaciones que tengo en cuanto a materiales, herramientas, etc.? En un principio pensé en hacer el típico objeto hortera, y estéticamente original (por ejemplo un pato-palillero de arcilla), pero en seguida desistí y decidí que tenía que hacer algo que me apasionara, ya que cuando un proyecto te entusiasma es más ameno de llevar a cabo, y uno se esfuerza más. Tanto el objeto creativo como el auto-foto-retrato son ideas que me encantan.
Finalmente me decanté por crear algo que es a la vez un hobby para mí: un juego de tablero, algo más complejo de lo que se pueda pensar a priori. Y no un juego cualquiera, sino un juego de zombies, (otra de mis pasiones son las películas y libros de terror, en especial esos incomprendidos seres llamados zombies). Inspirándome en multitud de juegos y con bastantes ideas propias, me puse a pensar en cómo sería el juego. Tenía claro que quería que contase con dos bandos (dos jugadores), así que pensé en varias posibilidades:

-           Plantas contra zombies: ya existe en forma de videojuego, y próximamente en formato tablero, no me vale.
-          Sacerdotes contra zombies: no conseguí desarrollar la idea.
-           Aliens contra zombies: una mezcla extraña, en seguida lo deseché.
-          Humanos contra zombies: un clásico, y los clásicos casi siempre funcionan. Esta categoría fue la elegida. Es buena porque se pueden crear diversos personajes, en ambos bandos así como como objetos corrientes que usan los seres humanos (si hubiera elegido los extraterrestres, este aspecto hubiera sido mucho más difícil).
Por lo tanto me decanté por un juego para dos jugadores en el que cada uno de ellos escogiera un bando y luchase contra su oponente. Otra cosa que suele funcionar es el conflicto y que haya algo en juego, algo por lo que luchar. En el caso de los humanos, luchas para sobrevivir, para intentar hacer de un mundo destruido un lugar mejor, y en el caso de los zombies luchan por su alimento, algo muy lícito (el único inconveniente es que su alimento son los humanos).
He jugado a todo tipo de juegos (de rol, de cartas, de tablero, de fichas, etc.) y he puesto mi humilde experiencia en la creación de este juego, que combina varios elementos:

1.- Tablero: un escenario donde se lleve a cabo la lucha y donde ambos bandos intenten conseguir sus objetivos. He creado un tablero de casillas cuadradas para facilitar el movimiento de las fichas, y como me parecía muy simple he dibujado una ciudad algo destruida por la epidemia.

2.- Cartas: mediante un sencillo sistema de cartas bien explicadas cada jugador podrá realizar una serie de acciones, y colocar personajes extra en el tablero.

3.- Fichas: representan en el tablero a cada personaje en juego. Son las que movemos, hacemos combatir y llevamos hacia la victoria.

4.- Dados: para resolver ciertas cuestiones como el combate entre ambos bandos dentro del tablero se emplean dados. Me encantan los dados hasta el punto de llevarlos tatuados, porque simbolizan el azar que domina nuestras vidas. Además incluyéndolos el juego se hace más divertido, y no dependemos solo de la estrategia y de la capacidad mental de cada jugador (si bien es cierto que este aspecto es muy importante).
El primer paso fue definir en un borrador los aspectos básicos del juego, lo hice a lápiz para borrar las veces que fuera necesario (tuve que borrar muchas veces). Apunté las normas, el tablero, y un boceto de los personajes.

Cuando estuve contento con el resultado comencé a diseñar las cartas con un programa de edición fotográfica y valiéndome de imágenes propias y de Internet (procurando que sean de uso libre). De las imágenes que empleé para hacer las cartas, también saqué las fichas correspondientes. El acabado es en papel plastificado, y este fue el resultado:



El siguiente paso fue el diseño del tablero, y lo que más tiempo me llevo es decidir cuántas casillas tendría de ancho y de largo (esto es de suma importancia para el desarrollo del juego). Con la regla, lápiz y rotulador me puse a ello:



Y después lo decoré como una ciudad, pero no quise hacerlo a rotulador para que lo que más destaque sean las propias casillas:




He probado el juego unas cuantas veces para ir adecuando las reglas, corrigiendo errores, etc. Realicé cambios a posteriori, pero así es como hay que hacerlo: uno no sabe si el juego es “jugable” hasta que no lo ha probado varias veces y con varias personas de distintas edades y sexo.

El resultado final es un juego llamado Epidemia para dos jugadores cuyo contexto es el mundo actual que ha sido asediado por un virus que hace que la gente vuelva a la vida tras la muerte, y que se contagia mediante la saliva (cuando un zombie te muerde). Los jugadores deben valerse de su capacidad para crear estrategias en un entorno cambiante y adaptarse a las jugadas del oponente para poder contrarrestarlas. Además está el aspecto del azar incluyendo dados y cartas, con lo que el jugador no puede predecir lo que va a pasar. En cuanto a la edad de juego, es aproximadamente a partir de quince años, aunque el público objetivo comprende edades entre los diecisiete y los veinticinco años. Espero poder disfrutarlo con mis amigos, y si resulta ser un juego con buena aceptación es posible que lo presente a algún certamen de juegos de mesa.

martes, 3 de enero de 2012

Seis sombreros para pensar

Para redactar mi último epígrafe me he basado en el ejercicio que llevamos a cabo en clase y en el libro Seis sombreros para pensar, de Edward De Bono. En este libro el autor nos propone que pensemos, que adoptemos el papel de pensadores deliberadamente, y que lo hagamos frecuentemente, intentando combatir la confusión, y sin ponernos barreras.  Los seis sombreros para pensar es una técnica para dirigir nuestro pensamiento. Su aportación consiste en actuar como si fuéramos pensadores, para así convertirnos mediante la práctica en auténticos pensadores, es una cuestión de intención.

La idea de los sombreros se debe en parte a que ya no se utilizan, sobre todo en el género masculino,  y por tanto se han reservado para designar un rol: un policía, un sacerdote o un torero, tienen sus característicos sombreros. Así nosotros debemos ponernos un sombrero del color elegido según el rol que queramos desempeñar.

Este ejercicio se llevó a cabo en clase, con gran éxito y diversión de los presentes: un día se nos pidió que lleváramos puesto un sombrero de alguno de los colores que indica el libro de Edward De Bono. A eso mismo se refería el autor, a ponerse un sombrero no solo metafóricamente sino físicamente, y ejercer el rol que representa según su color. De esta manera estamos pensando activamente (efectuando los procesos necesarios), y centrándonos en un aspecto (el que designe el sombrero), evitando así el bombardeo de información que tenemos hoy en día que nos puede llevar a la confusión y a callejones sin salida.

Aquel día, primero hicimos una criba de los mejores sombreros de cada color, y después una representación de una escena: en pequeños grupos, los portadores del sombrero tenían que pasar por una aduana y conseguir que el implacable guardia de aduanas les deje pasar, empleando los recursos que a cada uno le proporcionaba el sombrero.  Hacer hincapié en el hecho de que se está representando un papel, con lo que debemos tratar de dejar de lado nuestro Ego y centrarnos en el carácter que nos confiere nuestro sombrero a la hora de pensar, y de ejecutar nuestras acciones. Siendo conscientes de que representamos un papel, nos solemos sentir más libres para decir y hacer lo que nos salga de dentro.


Bien, pues por último me queda  es describir cada sombrero, según el libro de Bono Seis sombreros para pensar, más uno extra añadido por nuestro profesor:

1)    El sombrero blanco: representa lo neutral y lo objetivo, no hace interpretaciones. Tiene influencia de la modalidad del pensamiento japonés, en el que se da poca cabida a la discusión. Busca la información a dos niveles: los hechos reales, verdaderos y contrastables, y por otro lado los hechos que se cree que son verdaderos, pero no han sido comprobados. Se dedica a presentar información de la manera más objetiva.

2)    El sombrero rojo: permite al que lo emplea expresar sentimientos, emociones, etc. No se tiene por qué ser coherente o correcto cuando se emplea este sombrero. Simplemente expresarte subjetivamente. En cierto sentido es el polo opuesto del sombrero blanco.  El pensador del sombrero rojo puede contemplar los sentimientos de los demás, explorarlos cuando se les solicita un punto de vista.

3)    El sombrero negro: nos encontramos ante un color que suele representar lo oscuro, lo negativo. Lo que no encaja, lo que no funciona o los aspectos menos positivos de una idea, defender las cuestiones aparentemente indefendibles, los errores, los defectos, los porqués… todo ello es materia del sombrero negro.

4)    El sombrero amarillo: contrapunto del sombrero anterior, refleja el optimismo y lo constructivo. Trabaja con la evaluación positiva de una idea, los sueños, las ilusiones, etc. Busca las oportunidades, el valor y el beneficio de las cosas, con su correspondiente respaldo lógico.

5)    El sombrero verde: es el más relevante para nuestra asignatura, ya que representa el pensamiento lateral, el propio de la creatividad. Valora las alternativas que hay ante un problema sobrepasando lo obvio, lo que ya está trillado.  Consiste en pararse a pensar en alternativas en vez de continuar por inercia. También abarca el sentido del humor.

6)    El sombrero azul: representa el control, el pensamiento organizado. Guía al pensamiento hacia los caminos que debe dirigirse, el portador del sombrero azul focaliza el pensamiento. Sintetiza, resume, saca conclusiones. También vigila que se cumplan las reglas marcadas.

7)    El sombrero morado: en clase añadimos un séptimo sombrero que representa la sensibilidad social. El portado debe vigilar que todas las acciones se hagan con respeto a los valores sociales y no se cometan errores de discriminación por motivos de género, raza, etc. Es un sombrero muy útil que deberíamos ponernos más a menudo, sombre todo aquellas personas que trabajan en el campo de la información.

Poniendo en práctica el ejercicio

Ante una situación cualquiera podemos contemplar las diferentes posibilidades con solo cambiar de sombrero. Pongamos un ejemplo con un poco de humor y algo de imaginación:

“¿Vamos a comer a un restaurante chino?”

Rojo: ¡Si! ¡Me apetece muchísimo, la comida china me hace sentir parte de la cultura oriental que tanto amo!

Blanco: un momento: ¿Qué platos hay? ¿Cuánto nos va a costar? ¿Esta muy lejos? ¿Es auténtica comida china?

Negro: ¿o es la basura que cocinan los chinos en España?

Morado: ten cuidado con el colectivo chino, hacen comida muy buena, y vienen a España para ganarse la vida dignamente.

Amarillo: pues a mi me gusta la idea, te sirven rápido y no suele ser muy caro. Propongo que vayamos.

Negro: antes de que decidáis quiero expresar mi negativa. El restaurante está lejísimos…

Amarillo: pero si en coche llegamos en seguida

Negro: seguro que hay atasco, además es zona de parquímetro,  ¿lo pagas tú?

Azul: bueno bueno, centrémonos, lo importante es si queréis comer en el restaurante chino.

Verde: ¿y por qué no vamos a un tailandés? O mejor aun ¿Por qué no nos preparamos algo aquí? Hay comida de sobra, y se va a poner mala. ¿A alguien le apetece una quiche?

Amarillo: ¡A mi! ¡Qué buena idea!

Rojo: está bien, pero de primero noodles, que yo quería sentir en mi paladar los exquisitos sabores orientales