viernes, 30 de diciembre de 2011

Ejercicios de estilo (Raymond Queneau)

Ejercicios de estilo.

Al leer el temario de esta asignatura me llamó la atención el hecho de que existiera un libro llamado Ejercicios de estilo, de Raymond Queneau. Y como la curiosidad lleva a al aprendizaje y la sabiduría, decidí elaborar este epígrafe en mi blog. Lo que no pensé es que me fuera a encontrar con un libro tan divertido e ingenioso como el que ya he citado.

Muy recomendable, y de fácil lectura, Ejercicios de estilo es un libro diferente, mezcla entre manual teórico y cuaderno de prácticas, muy irónico que nos ofrece un muestrario de registros comunicativos, de formas de escribir. Queneau se burla del lenguaje culto, de la pedantería, los vicios y las muletillas existentes en el campo de la escritura. En la versión de Antonio Fernández Ferrer, el traductor define el libro como una visión inquietante de la “comedia humana” comunicativa, lo cual define muy bien el propósito del autor.

Pero no podemos quedarnos solo en el propósito irónico de esta obra, sino que hay que reparar también en exquisita redacción, escrita sin duda por alguien que sabía muy bien de lo que estaba hablando (es importante estar muy bien informado para poder criticar algo). Queneau conoce muy bien los diferentes estilos en la escritura, y de ahí la correcta redacción de todos y cada uno de los noventa y nueve ejemplos que en su obra aparecen.

El autor dedicó parte de su vida y sus esfuerzos al trabajo en el grupo Oulipo (siglas que en francés significan “Taller de literatura potencial”) fundado en 1960 por Queneau y François Le Lionnais, matemático amante de la literatura, y al que se fueron uniendo diversas personalidades. Los miembros de este grupo se dedicaron principalmente a dos tareas: la búsqueda y recuperación de precursores literarios, y el descubrimiento y estudio de posibilidades inéditas. No se trata de un movimiento literario ni una escuela teórica, es más bien un grupo de investigación de literatura experimental que tiene como objetivo una revisión de la literatura, promoviendo así creaciones literarias nuevas. Oulipo trabajó con varios ejercicios y construcciones literarias muy creativas, patentes también en Ejercicios de estilo (creado con trece años de anterioridad a este grupo de trabajo). Destaco los siguientes, y aprovecho para decir que, ya que este libro incita a la escritura y a la imaginación, voy a intentar que todos los ejemplos sean de mi propia cosecha:

-          Literatura lipogramática: invención resucitada por Oulipo pero que tiene muchos años de antigüedad. Se trata de hacer un escrito suprimiendo una letra, siendo esta habitualmente una vocal. Un ejemplo podría ser esta historia sin “e”:

Un día iba yo caminando por un lugar oscuro cuando vi saltar una chispa colmando con llamas una antorcha. Asustado, miraba  con horror una palabra: “purgatorio”. ¿Habría finalizado mi vida?...

O más difícil todavía, propongamos un texto que solo use palabras con la letra “e”. Como podemos imaginar, ya se ha intentado, y aunque es de contenido algo erótico, esto no le quita el mérito:



-          S + 7: necesitamos un texto base y un diccionario. Debemos remplazar cada sustantivo por el séptimo que se encuentre en el diccionario que hayamos elegido. He seleccionado como ejemplo las primeras palabras de El Quijote de Cervantes:

En un lumen de la Mancha, de cuyo nomograma no quiero acordarme, no ha mucho tifón que vivía un hidrato de los de laparoscopia en astrolabio, adenda antigua, rodaje flaco y gallardete corredor.

-          Literatura definicional: esta particular forma de escritura consiste en sustituir cada palabra por su significado en un diccionario. Así de una frase tan corta como “ El lápiz pinta bien”, se puede sacar un texto tan extenso como el siguiente:

La  barra de grafito encerrada en un cilindro o prisma de madera, que sirve para escribir o dibujar, representa un objeto en una superficie, con las líneas y los colores convenientes, según se apetece o requiere, felizmente, de manera propia o adecuada para algún fin. 

-          Logo- rallye: un ejercicio muy interesante sobre todo para hacer entre varias personas, o ante un público. Se trata de ir creando un texto común con las expresiones y la temática que se desee, pero mencionando en algún momento unas palabras seleccionadas de antemano (palabras alejadas entre sí en cuando a significado). Sobre este caso me es difícil crear un ejemplo escrito, ya que el lector podría pensar que lo he pensado a priori.

Mencionados unos ejemplos, que nos queda para concluir es citar alguno de los noventa y nueve ejercicios de estilo que podemos encontrar en el libro. Todos son muy interesantes, pero no puedo citarlos todos, ya que uno de los objetivos de este escrito es que el lector se anime a leer el libro. También destacar que el autor propone otros muchos que podrían haber estado, lo cual es otro incentivo más para leerlo e intentar escribir los que falten.
El autor se basa en una historia muy simple: “ un hombre que entra en un autobús, se fija en otro hombre que le parece peculiar, y por último se vuelve a encontrar a ese hombre en otro lugar ese mismo día”. Esto se puede contar de diversas maneras:

Entonces
Entonces llegó el autobús. Entonces subo. Entonces he visto un sujeto que me ha llamado la atención. Entonces le he visto el cuello tan largo y le he visto el cordón que llevaba alrededor del sombrero. Entonces se pone a echar pestes contra su vecino que le pisoteaba entonces. Entonces, va a sentarse.
Entonces, más tarde, vuelvo a verlo en la plaza de Roma. Entonces estaba con un amigo. Entonces le dice al amigo. Deberías hacerte poner otro botón en el abrigo. Entonces.

Médico
Tras una breve sesión de helioteriapia, temiendo que me pusieran en cuarentena, subí por fin a una ambulancia llena de casos clínicos. Allí diagnostico un gastrálgico, afectado de gigantismo agudo, con una curiosa elongación traqueal y reumatismo deformante del cordón del sombrero. Este mongólico sufre de pronto una crisis histérica porque un cacoquímico le comprime su tilosis gonfótica; después, tras un cólico biliar, va a calmar sus convulsiones.
Más tarde vuelvo a verlo junto al Lazareto, consultando a un charlatán sobre un forúnculo que deslucía sus pectorales.

Injurioso
Tras una espera repugnante bajo un sol inaguantable, acabé subiendo en un autobús inmundo infestado por una pandilla de imbéciles. El más imbécil de estos imbéciles era un granuja con el gañote desmedido que exhibía un güito grotesco con un cordón en lugar de cinta. Este chuleta se puso a gruñir porque un viejo chocho le pisoteaba los pinreles con un furor senil; pero enseguida se arrugó largándose a un sitio vacío todavía húmedo del sudor de las nalgas de su anterior ocupante.
Dos horas más tarde, qué mala pata, me tropiezo con el mismo imbécil que charra con otro imbécil delante de ese asqueroso monumento llamado la estación de Saint-Lazare. Parloteaban a propósito de un botón. Me digo: aunque suba o se baje el forúnculo, mona se quedará, el muy requeteimbécil. 

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